Europa, ante la tormenta alimentaria perfecta

2022-07-29 09:42:26 By : Mr. Mark Wang

Un operario cosecha trigo en un campo de la región de Kyiv, Ucrania, en el 2020. El país era antes de la guerra uno de los productores y exportadores esenciales de grano en el mercado global. 

“Hace pocos meses tuvimos que incrementar los precios 5-10 céntimos para productos que no llegan al euro. Y hace siete años que no se subían. No ha habido más remedio y más no se ha subido porque sino los clientes dejarían de venir”, cuenta Luci, de la panadería Sant Tirs del mercado barcelonés de l’Abaceria.

No es la única. Parecido señalan otros puestos cercanos. De pasta. De quesos. De carnes. De frutas. De todo. Y es que la historia se repite producto a producto. Los costes de origen aumentan. E igual el de venta al público. Sube lo más básico de lo básico y se suele achacar a la guerra. Para la mayoría ha coincidido en el tiempo. Aunque según los expertos, viene de antes, y más allá de que esta decaiga, la crisis alimentaria seguirá.

Y también sus efectos en la población.

Los precios de los alimentos básicos en el mercado internacional.

“Va a haber tensiones a muy corto plazo. Se supone que en un año se normalizará el mercado pero antes los precios subirán, y ya se está viendo. Pinta que acarreará más pobreza alimentaria a una parte de la población por no poder comprarlos; el porcentaje de vulnerabilidad aumentará”, explica Chema Gil, director del Centro de Investigación en Economía y Desarrollo Agroalimentario (CREDA), de la Universitat Politècnica de Catalunya.

De hecho hoy una quinta parte de la población española ya está en riesgo de pobreza, según el INE. Y cada incremento en el coste de la cesta de la compra, lo varía al alza. Hace ya dos años que crece y crece...

Más allá es que todo indica que la carestía, ha llegado para quedarse. Y ya se especula con la escasez de alimentos básicos como trigo, maíz o soja.

En el mercado de futuros de los alimentos reina la incertidumbre.

La señal de alerta la lanza el mercado de futuros: la cotización de los alimentos básicos todavía no ha llegado al precio máximo visto en febrero del 2008 que generó una crisis alimentaria global con repico en el 2011. Pero el trigo está casi en ese máximo. E igual el maíz. E igual la soja. Incluso la tendencia en el arroz es por igual creciente.

“Rusia vende gran parte de su trigo a China a precios ventajosos. Y esto reduce la presión sobre los suministros globales pero debido al importante papel de Rusia y Ucrania en los mercados de trigo y en menor medida de maíz y de aceites vegetales, la situación geopolítica preocupa a los mercados poniéndolos muy nerviosos. Ello explica los importantes movimientos especulativos. No generan precios altos, pero aumentan la volatilidad y lleva a burbujas especulativas importantes en tiempos inciertos como este”, arguye a La Vanguardia Olivier de Schutter, relator especial de Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación.

“El origen de la crisis no es la guerra en Ucrania, que una vez más solo amplifica una tendencia que ya existe, sino la fragilidad de un sistema alimentario industrializado y globalizado. Este busca alimentar a la población al menor coste utilizando monocultivos y ganadería a escala industrial y con regiones del mundo que se han vuelto altamente especializadas. Este es el caso del mar Negro con los cereales” recita Damien Conaré, investigador en el prestigioso Instituto Agro de Montpellier.

Así es que una crisis en un solo escenario puede multiplicarse y generar una tormenta perfecta. En parte es lo que se señala que sucede hoy en día.

Nicolas Bricas, el titular de la Cátedra Unesco de sistemas alimentarios globales en el Cirad, organismo francés de investigación agroeconómica, añade por ello: “La subida del precio de los alimentos que estamos experimentando comenzó mucho antes de la guerra en Ucrania. Sobre todo es consecuencia del aumento en el precio de la energía fósil, del petróleo y gas, porque se usa mucha al cultivar, regar, procesar, transportar, refrigerar y también para transformar el nitrógeno del aire en polvo para fertilizar los cultivos”.

Hacienda para la producción de soja cerca de Santarém, al norte de Brasil.

¿El problema? La crisis energética en Europa apunta a seguir siendo crítica a medio-largo plazo, de forma particular por la incapacidad de la UE para dejar de depender de Rusia, en especial de su gas natural, licuado o no.

Bricas insiste: si los precios de la energía y en particular del gas natural se mantienen altos o incluso vuelven a subir cabe esperar varios efectos en contra. Como la posible reducción de la producción por el auge del coste de los abonos nitrogenados, que determinan en gran medida los rendimientos. Como un aumento del precio de los alimentos por los mayores costes de transformación, del transporte, etc. Y “sobre todo el empobrecimiento de los hogares que verán aumentar su factura energética, lo que se traducirá en una disminución del poder adquisitivo para la alimentación”, explica.

Además, los precios energéticos altos hacen que la producción de biocombustibles como etanol y biodiesel a partir de cultivos como soja, maíz, colza o remolacha azucarera sea más rentable, “reduciéndose los suministros de alimentos básicos disponibles”, agrega a este diario De Schutter.

A su vez, a favor del terremoto alimentario en Europa también juega el que la UE dependa tanto de las importaciones como le sucede a varias partes de África. En España, Alemania o el Reino Unido, la necesidad de importar para cubrir sus necesidades, es del 20% como mucho, que no es poco; pero en Italia, Países Bajos o Noruega es de entre el 20 y 50% y en Portugal de más del 50%, según el Banco Mundial.

Exportadores netos son solo unos pocos. No lo es China. Sí Rusia. Y sí EE.UU.

Por ello es que, más allá de que el tensionado coste del transporte y la logística global tras la covid poco ayude a evitar sustos, menos que Rusia controle sobre 100 millones de toneladas de producción de trigo (incluyendo 5-6 millones producidas en el Donbass y otro lugares de Ucrania bajo control ruso) de una producción anual mundial de 774 millones de toneladas. O que los almacenes ucranianos en los puertos del mar Negro estén llenos y los agricultores difícilmente hallen salida o almacenes para sus cereales. De ahí que el propio relator especial de Naciones Unidas advierta que la cosecha se prevé baja en el 2022, cayendo sobre un 40% en comparación con el nivel del 2021.

El proteccionismo alimentario se abre paso país a país, mes a mes.

Los nuevos proveedores que ocupan parte del lugar en el mercado del grano de Ucrania como de Rusia ven, mientras, precios inflados. Sobre todo el estadounidense y como ya sucede con su gas.

Y por si todo ello no fuera poco, las condiciones climáticas desfavorables suman más piedras en el camino. Destacan en dos países productores relevantes, Argentina y EE.UU., y se vigila en otras partes como España, Francia o Brasil por la sequía o también las lluvias.

A la par, tal y como señala de nuevo el Banco Mundial, se suma el que haya un incremento de las leyes restrictivas a la exportación de alimentos básicos en el mundo. Porque muchos son los países temen los precios altos para sus consumidores. Y, entre ellos, está la India, uno de los mayores productores mundiales.

Suelo agrietado en una zona antes bajo el agua en el área del lago Mead, cerca de la ciudad de Boulder en Nevada, EE.UU. Las sequías en el país afectan a la producción de alimentos básicos. 

Consecuencia: “Las grandes declaraciones hechas en la anterior crisis del 2008-2011 para evitar nuevas realmente no se aplicaron. Si no se actúa, los problemas estructurales de nuestro sistema alimentario bien podrían conducir a crisis recurrentes frente a las que ninguna región será inmune”, se reafirma Conaré.

Y quizá lo grave es que, siguiendo a Gil, que no estalle a corto-medio plazo en Europa va en gran medida de la mano de otro susto que cada vez se repite más y más: ver si al final hay recesión pues con ello “la demanda no se estimula y tira los precios a la baja. Igual si suben los tipos de interés. Sino las tensiones seguirán hasta que se reestructure todo.”

“No hay que temer una escasez de alimentos”, añade por su lado Bricas. “Más del 40% de la producción mundial de trigo y maíz se destina a alimentación animal; muchos países comen demasiada carne; EE.UU. utiliza 140 millones de toneladas de maíz para producir etanol para sus coches cuando el mercado internacional del maíz es cercano a las 200 millones de toneladas al año. Así que hay cierto margen de maniobra antes de quedarnos sin comida. La crisis es más bien una oportunidad para empezar a cambiar este sistema alimentario”, finiquita.

Un reciente informe del panel internacional de expertos en sistemas alimentarios sostenibles (IPES-Food) concreta que más de 30 países dependen de Rusia y Ucrania para al menos el 30% de sus necesidades de importación de trigo. Y que al menos 20 países obtienen más del 50% de sus importaciones de trigo de estos dos países. Por ello es que se consideran claves. Pero hasta ahora África es el epicentro de sus consecuencias. Casi el 40% de las importaciones de trigo africano provienen de Rusia y Ucrania; el 100% de Eritrea y más del 80% de Somalia y República Democrática del Congo. En general los países del norte de África, del Cuerno de África y Oriente Medio dependen de Ucrania y Rusia para obtener más del 50% del trigo consumido. La ONU se puso como objetivo erradicar el hambre en el 2030. Solo la pandemia añadió a más de 800 millones de personas con hambre en el 2021, según hicieron público a la vez cinco agencias de la ONU hace apenas días. Y ahora los baches se acumulan.

© La Vanguardia Ediciones, SLU Todos los derechos reservados.