El Día de los Inocentes, una tradición hispana, aún se celebra cada 28 de diciembre en varios países.
La celebración del final de un ciclo de vida y la llegada de un nuevo año se mezcla con las tradiciones ancestrales en cualquier paralelo de la tierra.
Vicente Feliú. Elegía a la coherencia
Para la gran mayoría de los latinoamericanos, alguna costumbre de la abuela, heredada de tres generaciones anteriores, está presente en casa durante y especialmente a fin de año. Algunas de ellas de origen prehispánico, cuyos pueblos originarios se regían por otra religión y otro calendario.
Por ejemplo, el año nuevo mapuche “We xipantu” significa “La Nueva salida del Sol”; está regido por el Calendario Lunar e indica el término del año viejo y el inicio del primer ciclo de un nuevo año, pero no se celebra el 31 de diciembre, sino del 20 al 24 de junio.
Para este día ceremonial dedican cantos, danzas y brindis colectivos y se abre la boca de la Pachamanca -Madre Tierra- para ofrendarla con alimentos tradicionales.
En la última decena de diciembre, se celebra la Gran Fiesta de la Nueva Vida o Kapak Raymy, en las regiones andinas.
El sabor que los esclavos africanos llevaban consigo a las plantaciones, sigue siendo tradición desde el sur de los Estados Unidos. Opin Jon, es un plato originario de África occidental, basada en arroz, alubias carillas o judías, símbolo de dinero y prosperidad.
Víctimas de la trata de esclavos, procedentes de diversas regiones y tribus africanas, sembraron su cultura, sudor, lágrimas y alegrías en Latinoamérica y el Caribe.
La memoria también quedó en el paladar de sus descendientes para venerar a los mayores y como único medio de rehacer la identidad que el cautiverio le hizo trizas.
Así comenzamos a apreciar la presencia del pan de mono o Árbol del pan. Las hojas de nŽdole, una especie de espinaca, las nueces shea (Butyrospermum parkii) con las que se prepara la manteca de karité.
El maní bambara (Voandzeia subterranea), el guandul (Cajanus cajan), el aceite de palma roja (Elaeis guineensis), el sésamo, las semillas de Egusi o sandía de Egusi (phenotype de Egusi), las semillas de Ogbono (gabonensis de Irvingia o wombolu de Irvingia) de un arbusto salvaje de mango, el Chinggômbô, las lentejas (Lens esculenta).
También el ñame (Dioscorea spp), el jengibre, los camarones secos, el Nététu (semilla del árbol del Neré con la que se elabora una especie de mostaza), el Ehuru (Monodora myrisbca) semillas que dan sabor a las sopas en Nigeria.
El tamarindo, la banana, el coco, la flor del Bissau (Hibiscus sabdariffa) con la que se prepara una infusión de color violáceo. El Ukasi o Eru (africanum de Gnetum) unas hojas que cortadas en tiras y disecadas se utilizan para aderezar carnes o aves y el sorgo por mencionar algunos, citadas por Yilán Gil Guzmán especialista en cocinas étnicas.
A partir del siglo XVI el sincretismo culinario, empieza a florecer con la notable presencia de afrodescendientes en Brasil, Colombia, Venezuela, Haití, República Dominicana, Cuba, Perú, Panamá, Ecuador, Puerto Rico, Nicaragua, Honduras, y sería incontable de narrar.
Porque el mestizaje se originó desde los comienzos de la colonización y hasta hoy convivimos entrelazados como mestizos, negros e indígenas. Del cruce, nacieron nuevas generaciones con sus viejas tradiciones.
Para la celebración de fin de año, no falta en la cocina el Kedgeree o khichri en el Caribe y gran parte de Centroamérica. Las lentejas y el arroz, originales de la India o el gandul cuando África adoptó el plato.
Los sabrosos frijoles negros y colorados, que dieron la nota al juntarse durante la cocción con el arroz. Congrí, Moros y cristianos, Gallo Pinto, Moro de habichuelas, o como quieran llamarle, hacen las delicias de la última mesa anual.
La malanga, los plátanos machos, la yuca, el maíz, la papaya y la calabaza se transforman en buñuelos dulces o salados siguiendo el estilo árabe.
También se elaboran las Bolas de verde, igualitas al Tatale, los Chulitos y las empanadas de verde en Ecuador, el Fufú, el Mangú o el Mofongo con plátano pisado en Cuba, en República Dominicana o en Puerto Rico, en ese orden.
Por el Puerto de Veracruz, en Yucatán, embarcan muchos africanos dejando sus huellas en México. Platos como las hallacas, los tamales, el Bacán y los pasteles junto al pescado Tikin Xic y la Cochinita Pil Bil, condimentados con achiote o bija, una especia típica de América, se vieron favorecidos al ser envueltos en las hojas del platanero, ablandadas a fuego vivo.
Este método de cocción ancestral, reconocido como Papillote, hace las delicias en las fiestas decembrinas acompañadas por el agua de coco y azúcar: el Saoco que recuerda a los campos de Cuba.
¿Sincretismo gastronómico? Pues igual sucede con la música que nos acompaña. La que suena en los barrios: la rumba, la salsa, la bomba, la plena, el merengue, la cumbia, el tamborito, el Chiqui Chiqui, la Saya, el Candombey, la Samba, por solo citar algunos.
En cada uno está el sincopado de la cultura africana, que los esclavos trajeron consigo cuando fueron secuestrados de África. También sus instrumentos y danzas autóctonas, sus ricas tradiciones musicales. La influencia estética negra, está presente en los más sabrosos estilos del universo latinoamericano.
Todo depende, en cada región, la variedad de tradiciones gastronómicas y festivas es muy diversa. En el Cusco, Perú, con sus tradiciones quechuas, incentiva la venta de sus alimentos, artesanías de madera, cerámica y plata. Toman ponche y comidas de temporada en las tardes del mercado.
La última semana de noviembre en casi toda Latinoamérica y el Caribe, las luces y preparativos navideños, como tradición popular, dan comienzo a las festividades en las principales ciudades y pueblos.
En Colombia, la Noche de las velitas da inicio a las celebraciones decembrinas. Como la Fiesta de los Matachines, que termina con lanzamiento de huevos y harina.
Allí es tradicional colocar tres papas bajo la cama de cada persona y en la hora señalada, escoger una al azar. La papa pelada, significa mal augurio, a medio pelar: ni el bien, ni el mal. La que no está pelada, señala gran claridad y bonanza. Igualmente en Colombia suelen colocar espigas de trigo, como llamado a la abundancia.
El Día de los Inocentes, una tradición hispana, aún se celebra cada 28 de diciembre. Para entonces, olvídate de recuperar lo que prestes, “inocente palomita que te dejaste engañar”.
En Argentina y Chile, el tradicional asado se acompaña con alimentos fríos, ensaladas, frutas, helados. En Chile que no falte el queque o Pan de Pascua o beber “Cola de Mono”, hecha con canela, clavo de olor, nuez moscada, vainilla, leche, café, azúcar y brandy. Algo muy parecido se bebe en toda América hispana, con nombres diferentes.
La cena mexicana es una combinación de su cultura y diversidad. Al celebrarse de manera diferente en cada región, no existe un sólo plato tradicional, sino una gran variedad de platillos como los romeritos, pavo, bacalao, tamales, poche, entre otros tantos.
La simpática tradición de vestir ropa interior roja en Cuba, en Argentina, Uruguay y en Brasil, predomina el rosa o el blanco. Chile, México, Perú, Ecuador y Venezuela, en amarillo.
Eso de caminar a las 12 de la noche del 31 de diciembre, con una maleta vacía alrededor de la cuadra donde celebras, dicen que significa al menos un viaje en el año entrante.
Así que se puede ver en muchas regiones latinoamericanas, a decenas de personas entonadas por los licores de la celebración, a plenas carcajadas, dando la vuelta al barrio. Así que aprovechan para desearse un buen año. Siempre con el cuidado de que no les caiga un balde de agua, de esos que arrojan por los balcones, sobre todo en el Caribe hispano.
En Perú, Honduras y Ecuador, no falta el muñeco quemado para no revivir los malos ratos del año viejo. También se achicharran espantajos de personajes antipáticos, políticos o faranduleros. Nada como esta catarsis social.
Todavía celebran en Puerto Rico la tradicional cabalgata hispana de los reyes magos, en respuesta a la tradición -también presente- de la costumbre norteamericana de celebrar a Papá Noel. En Chile es conocido como Viejito Pascuero. En gran parte de Centroamérica es Santa Claus, en Costa Rica es Colacho, en Colombia y en Venezuela le encargan los regalos al Niño Jesús.
En Venezuela se cultivaba la costumbre de recibir presentes del amigo invisible o secreto. De igual manera, procuran recibir el año con billetes de moneda extranjera en las carteras y billeteras, como símbolo de ascendencia económica.
Aunque haga frío, México es especial en diciembre. Las tradiciones dan calor a una de las temporadas más coloridas y animadas del año.
El mes inicia con la primera gran fiesta nacional, el día de la "Guadalupana". En vísperas del 12 diciembre se inicia con "las mañanitas a la Virgen". Tanto el charro de pueblo, como los más famosos artistas, rinden homenaje a la "Virgen Morena".
El culto más importante de la tradición católica mexicana, tiene origen a principios de 1531, cuando -dicen- se le apareció al indígena chichimeca Juan Diego Cuauhtiatoatzin, en el cerro de Tepeyac, cerca de la actual Ciudad de México.
Durante nueve días se celebran Las Posadas; inician el 16 de diciembre y terminan el 24 del mismo mes. Aluden al peregrinaje de San José con la Virgen María, en busca de un lugar para descansar.
Tradicionalmente los anfitriones son los posaderos; mientras que los invitados a las fiestas, llegan con velas encendidas y la petición de posada a la entrada de la casa, entonando versos musicalizados.
En la fiesta mexicana de la posada, no falta piñata. Diversos materiales y diseños artesanales, adornan los patios. La piñata puede ser de barro o cartón, rellena con dulces confitados.
También con frutas mexicanas de temporada, como los tejocotes, trozos caña de azúcar, mandarinas, naranjas, jícamas y cacahuates. Entonces, aguantar el golpe cuando caigan en las cabezas.
Arrojar 12 centavos en la puerta de la casa, dando la espalda a la calle, trae prosperidad en el año venidero, afirman en Guatemala.
En Valparaíso, a unos 120 kilómetros de la capital chilena, Santiago, se realizan detonaciones de 24 toneladas de pirotecnia con casi 30 minutos de duración.
Mientras tanto en las oficinas de Montevideo, Uruguay, una espectacular despedida de año sucede en medio de una lluvia de hojas. Tiran por las ventanas todos los calendarios caducos.
En Brasil les gusta de recibir el año nuevo vestidos de blanco. Hacen sus ofrendas a Yemanjá, diosa del mar del culto afro-brasileño candomblé.
Definitivamente, las curiosas tradiciones de Latinoamérica para recibir el año nuevo siempre interpretan la idiosincrasia diversa y colorida, en etnia y sabor. La pasión, la alegría y la esperanza, son también una costumbre latina.
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